miércoles, 13 de agosto de 2008

Los Pícaros






Rinconete y Cortadillo




EN LA VENTA del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne. Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda. A la espalda y ceñida por los pechos, traía el uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecía hilachas. Venían en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas, y porque durasen más se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada, y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.



Saliéronse los dos a sestear en un portal, o cobertizo, que delante de la venta se hace; y, sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño:
-¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina?
-Mi tierra, señor caballero -respondió el preguntado-, no la sé, ni para dónde camino, tampoco.
-Pues en verdad -dijo el mayor- que no parece vuesa merced del cielo, y que éste no es lugar para hacer su asiento en él; que por fuerza se ha de pasar adelante.
-Así es -respondió el mediano-, pero yo he dicho verdad en lo que he dicho, porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como alnado; el camino que llevo es a la ventura, y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida.
-Y ¿sabe vuesa merced algún oficio? -preguntó el grande.
Y el menor respondió:
-No sé otro sino que corro como una liebre, y salto como un gamo y corto de tijera muy delicadamente.
-Todo eso es muy bueno, útil y provechoso -dijo el grande-, porque habrá sacristán que le dé a vuesa merced la ofrenda de Todos Santos, porque para el Jueves Santo le corte florones de papel para el monumento.

-No es mi corte desa manera -respondió el menor-, sino que mi padre, por la misericordia del cielo, es sastre y calcetero, y me enseñó a cortar antiparas, que, como vuesa merced bien sabe, son medias calzas con avampiés, que por su propio nombre se suelen llamar polainas; y córtolas tan bien, que en verdad que me podría examinar de maestro, sino que la corta suerte me tiene arrinconado.
-Todo eso y más acontece por los buenos -respondió el grande-, y siempre he oído decir que las buenas habilidades son las más perdidas, pero aún edad tiene vuesa merced para enmendar su ventura. Mas, si yo no me engaño y el ojo no me miente, otras gracias tiene vuesa merced secretas, y no las quiere manifestar.
-Sí tengo -respondió el pequeño-, pero no son para en público, como vuesa merced ha muy bien apuntado.
A lo cual replicó el grande:
-Pues yo le sé decir que soy uno de los más secretos mozos que en gran parte se puedan hallar; y, para obligar a vuesa merced que descubra su pecho y descanse conmigo, le quiero obligar con descubrirle el mío primero; porque imagino que no sin misterio nos ha juntado aquí la suerte, y pienso que habemos de ser, déste hasta el último día de nuestra vida, verdaderos amigos.







Miguel de Cervantes.
Rinconete y Cortadillo

lunes, 11 de agosto de 2008

Vivienda: un problema






Vivienda en depresión




Las últimas estadísticas conocidas no hacen sino confirmar que el ajuste inmobiliario sigue sin tocar fondo. Las cuentas de resultados publicadas de las empresas del ramo indican un descenso de más del 78% en las ventas y de casi el 87% en los beneficios; y, al mismo tiempo, comienzan a detectarse casos, antes insólitos, de compradores de viviendas que, después de formalizado el contrato, se retractan incluso al coste de perder las cantidades anticipadas como señal. La crisis, en forma de desempleo, disminución de rentas y aumento de los costes de los préstamos, muestra ya su peor cara a las compañías del ladrillo y a sus clientes
Hay que interpretar el hundimiento de los beneficios y de las ventas como una aceleración de la crisis inmobiliaria, que, lógicamente, prolongará la destrucción de empleo al menos durante 2009. Porque, en el mejor de los casos, las expectativas de inversión no se recuperarán antes de mediados del año próximo, y entonces ya será tarde para que pueda plasmarse en nuevos proyectos. Pero, con todo, ésta es sólo una de las vertientes de la crisis del sector. El otro flanco es el acusado descenso de la riqueza de las familias. Por una parte, la caída de la Bolsa y el descenso del precio de las viviendas están reduciendo el valor patrimonial de las familias y de los ciudadanos; por otra, el peso de los créditos es cada vez mayor, puesto que suben los costes de hipotecas y préstamos. Ésta es la situación que propicia el crecimiento en los casos de capital negativo, es decir, aquellos en los que el coste de la hipoteca -principal más intereses- es muy superior al valor actual de mercado del piso, incluso al valor esperado a medio plazo. Las consecuencias serán, a su vez, una caída más rápida de la venta de pisos y un descenso del consumo privado.

Hasta el momento, el Ministerio de Economía ha actuado correctamente al aplicar el principio de no intervención en el mercado. Ayudar a las empresas o recurrir a compras artificiosas del stock de viviendas sin vender o de suelo con dinero público sólo contribuiría a retrasar el ajuste que, lógicamente, debería hacerse, principalmente mediante una reducción sustancial de los precios. Pero los efectos sobre el consumo, ciertos y comprobados, y los que eventualmente puedan producirse sobre la solidez del mercado financiero, deberían ser analizados con atención. Para prevenir daños mayores

Editorial. El País, 11/08/2008



Enlace para utilizar “animaciones”· sobre la evolución del mercado inmobiliario.

http://www.elpais.com/todo-sobre/tema/mercado/inmobiliario/95/

miércoles, 6 de agosto de 2008

Avatares cotidianos






Avatares cotidianos



Amparo se sentía sobreexcitada, febril, en días tan memorables. Por todas partes fingía su calenturienta imaginación peligros, luchas, negras tramas urdidas para ahogar la libertad. De fijo de fijo el Gobierno de Madrid sabía ya a tal hora que una heroica pitillera marinedina realizaba inauditos esfuerzos para apresurar el triunfo de la federal: y con tales pensamientos latíale a Amparo su corazoncillo y se le hinchaba el seno agitado. En medio de la vulgaridad e insulsez de su vida diaria y de la monotonía del trabajo siempre idéntico a sí mismo, tales azares revolucionarios eran poesía, novela, aventura, espacio azul por donde volar con alas de oro. Su fantasía inculta y briosa se apacentaba en ellos. Las enfáticas frases de los artículos de fondo, los redundantes períodos de los discursos resonaban en sus oídos como el ritornelo del vals en los de la niña bailadora. Aquella llegada de los individuos de la Asamblea de la Unión fue para Amparo lo que sería la de los Apóstoles para un pueblo que oyese hablar del Evangelio y de pronto viese arribar a sus costas a los encargados de anunciarlo.

Tenía Amparo por cosa cierta que se acercaba la hora de señalarse con algún hecho digno de memoria: ansiaba, sin declarárselo a sí misma, emplear las fuerzas de abnegación y sacrificio que existen latentes en el alma de la mujer del pueblo. ¡Sacrificarse por cualquiera de aquellos hombres, venidos de Cantabria a vaticinar la redención; inmolarse por el más viejo, por el más feo, prestándole algún extraordinario y capital servicio! Llamar a su puerta a las altas horas de la noche; decirle con voz entrecortada que «ahí viene la policía» y que se oculte; acompañarle por recónditas callejuelas a un escondrijo seguro; meterle en la mano unos cuantos pesos ahorrados a fuerza de liar pitillos; recibir, en cambio, un haz de proclamas para repartir al día siguiente, con la advertencia de que «si se las cogen, puede contarse ánima del Purgatorio»; distribuirlas con sigilo y celo; y por recompensa de tantas fatigas, de riesgos semejantes, ganar un expresivo apretón de manos, una mirada de gratitud del proscrito... Si el heroísmo es cuestión de temperatura moral, Amparo, que se hallaba a cien grados, tal vez se dejara fusilar por la causa sin decir esta boca es mía; y quién sabe si andando los tiempos no figuraría su retrato al lado del de Mariana Pineda en los cuadros que representan a los mártires de la libertad... Feliz o desgraciadamente, lo que ustedes quieran, que por eso no reñiremos, los tiempos eran más cómicos que trágicos, y los loables esfuerzos de Amparo no le obtuvieron otra corona de martirio sino el que en la Fábrica se prohibiese la lectura de diarios, manifiestos, proclamas y hojas sueltas, y que a ella y a otras cuantas que pronunciaron vivas subversivos y cantaron canciones alusivas a la Unión del Norte las suspendieran, como suele decirse, de empleo y sueldo.




Emilia Pardo Bazán.
La Tribuna